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Por Alfonso Alfaro
Ilustración de Blanca Garaluce
Nunca un álbum ha tenido tanta trascendencia antes de su lanzamiento. ¿Por qué será? ¿Porque son Radiohead? ¿Porque llevan cinco años en paradero desconocido? ¿O porque tenían un gira planeada sin disco publicado? Lo que quieran pero cada vez que los británicos lanzan al mercado un nuevo trabajo sube el pan. No, explota el pan. Los principales culpables de todo este hype somos nosotros, los medios especializados en la música que hemos dado una sobre cobertura a rumores, teasers y borrados de perfiles personales redes sociales.
Es importante dejar toda esta parafernalia de lado y tratar de ser lo más crítico posible aunque esta vez su publicación ha sido más normal que en otras ocasiones. Su último LP, The King of Limbs data de 2011 y, pese a que dejó un sabor agridulce, la banda defendió con nota los temas en directo. El noveno capítulo de su historia (lo quiera o no son historia de la música ya), lo han querido titular A Moon Shaped Pool e incluye algún viejo tema conocido y que demuestra que Radiohead no olvidan de donde viene.
Curiosa y diferente es la posición de la banda en el mercado respecto a otras de su mismo calibre. Nadie puede discutir que son cabezas de cartel cualquier festival en el que se encuentren y que, para atender a la demanda del público, solo tocan en estadios o pabellones. Sin embargo, cada vez publican álbumes más personales y menos accesibles a nuevos seguidores. En ese aspecto es un grupo elitista, si quiere entenderlos y seguir su línea de trabajo tiene que haber un tarea previa de documentación. Su sonido nace con Pablo Honey (1993), toca techo con OK Computer (1997), rompe moldes en Kid A (2000), experimenta exitosamente en In Rainbows (2007) y desconcierta en el ya nombrado The King of Limbs (2011). Fan de ‘Creep’ has de huir, esto no es para ti.
El tracklist está ordenado alfabéticamente y eso hace que ‘Burn The Witch’ y ‘Daydreaming’, sus dos primeros singles, abran el disco. La sensaciones con su primer corte son más positivas en el conjunto del álbum donde el polifacético Thom Yorke ofrece sus grititos habituales. Pero si algo destaca son los instrumentos de cuerdas que cierran la composición en su punto más álgido. No sería raro que Radiohead se plantase con una orquesta en sus conciertos y eso ocasionaría sueños húmedos a algunos. En cambio ‘Daydreaming’ es más… «radiohediana». Similar a ‘Videotape’ pero aún más lenta.
En ‘Desert Island Disk’ se atreven con la fusión de folk con arreglos “espaciales” y coros de ultratumba, aunque la guitarra no deja de ser la protagonista absoluta. ‘Ful Stop’ es un punto de inflexión en el conjunto de las once canciones, su principio es incierto pero augura algo. Y ahí está, el bajo de Colin Greenwood atronará las gargantas de más de uno y la guitarra de su hermano Jonny será la acompañante perfecta a un Yorke más melódico y menos íntimo. Suena hermanada a ‘Jigsaw Falling Into Place’ aunque con más misterio.
Tras la pretenciosa y soporífera ‘Glass Eyes’, ‘Identikit’ juega en el mismo ritmo que ‘Idioteque’ y puede parecer a una jam session al principio pero se unen unos coros para acabar como una ópera galáctica. Se nota que el quinteto saben bien a lo que quieren sonar. El solo de guitarra descompasado pero virtuoso, da la puntilla a una canción sublime.
Cuando empieza ‘The Numbers’ es imposible no recordar la guitarra acústica de ‘Stairway to Heaven’ de Led Zeppelin. Los violines puntiagudos rompen el ritmo en una canción que va increscendo hasta que el frontman, flanqueado por su ejército de instrumentos de cuerda, concluye el tema.
Podría ser digna de la banda sonora de Final Fantasy la canción ‘Tinker Tailor Soldier Sailor Rich Man Poor Man Beggar Man Thief’. Sólo con su instrumental es capaz de transmitirnos la mayor de la tranquilidad y el caos más inesperado. Por último, y no por eso menos importante, ‘True Love Waits’. El seguidor medio del grupo la recordará por estar incluida en el disco directo I Might Be Wrong: Live Recordings. El tema ha pasado de sostenerse en un estilo folk con apenas una guitarra, a estar perfectamente producida con un piano y un sutil bajo de atmósfera decadentes pero con la voz de Yorke añadiendo el punto alegre. Buen guiño y detalle de Radiohead incluirla cerrando el disco.
Es entendible que sea un álbum que pueda no gustar, últimamente a Radiohead o los amas o los odias. Aunque es innegable su capacidad como músicos y también la labor de Nigel Godrich en la producción. A Moon Shaped Pool es un álbum mimado al milímetro e indiscutible candidato a ser disco del año. Su fuerte apuesta por los violines y chelos es otro punto a favor pero su incursión hace pensar en la puesta en escena para la gira que, por cierto, tocará tierra en el Primavera Sound de Barcelona.