Para seguir con los Óscar, el documental sobre otra de las grandes voces femeninas –esta vez contemporánea– también está nominado el próximo 28 de febrero. Amy, de Asif Kapadia, relata la vida de la joven estrella de una forma sorprendente. Si bien hubiese sido fácil sacar más mierda de su relación con el alcohol y las drogas, la película consigue centrar el foco en algo que pareció olvidarse cuando estaba viva: su enorme talento y su sensibilidad artística. El autor realiza un retrato muy íntimo en el que muestra la cara amable de una cantante de jazz extremadamente vulnerable. Aun así, y a pesar de haber reeditado desde la versión original de más de tres horas, es un relato desgarrador.

En palabras del propio Kapadia, Amy era una persona muy joven –16 años cuando firmó su primer contrato y 27 cuando murió– con serios problemas de autoestima que pasó de cantar en la National Youth Jazz Orchestra a ser idolatrada y aclamada por medio mundo.

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Y si los excesos de una mujer insegura e inmadura no han sido el objetivo del director, sí lo han sido los de su entorno inmediato –por ejemplo, su padre, a quien no debió gustarle demasiado Amy– y los de la prensa. El documental parece a ratos convertirse en el capítulo White Bear (2×02) de Black Mirror. El efecto de los flashes incesantes y la confusión palpable de Amy, así como el acoso fanático al que fue sometida cobran gran relevancia en el desarrollo de los acontecimientos. Mientras se causaba un auténtico revuelo a cada paso que la londinense daba, la bulimia y la necesidad de atención de la que todavía era una adolescente que cantaba sobre sus problemas freudianos pasaban de largo. Amy es la historia de una mujer precipitándose hacia la autodestrucción sin que nadie la parase. Más aun, con un público coreando su caída, aplaudiendo cada vergonzoso momento. Es una llamada a la conciencia colectiva.

Dos de los momentos más emotivos del largometraje ocurren al ponerla en contacto con Tonny Bennet, uno de los ídolos de su infancia, quien pone su voz a la altura de Ella Fitzgerald o Billie Holliday. El cantante le hace entrega de uno de los cinco Grammy que ganó ese año Back to Black ante la cara de emoción de Winehouse, ese es el primero; el otro es la grabación de ‘Body and Soul’ para el álbum Duets II meses antes de su muerte.