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Por Alfonso Alfaro
Por decimoquinta vez el Azkena Rock Festival dio comienzo ayer en Vitoria-Gasteiz y, cómo no, las lluvias abarcaron casi toda la jornada. A las siete de la tarde se formó una cola kilométrica para cambiar las pulseras debido al temporal y al inminente comienzo de Vintage Trouble. Aún así el ambiente de este festival de rock ‘n roll se notaba diferente, la decoración, los escenarios y la restauración han dado un salto de calidad en esta edición. Incluso se dispusieron carpas en medio del recinto para combatir la lluvia. ¿Efecto Mad Cool? ¿Éxito de entradas? Una combinación de ambas debe ser.
Vintage Trouble, la banda liderada por el Ty Taylor, rebosaba carisma por todos los lados. Pese a la lluvia dieron un bolo de calidad acompañado de la energía que el frontman va prometiendo a lo largo de la actuación. Finalmente decidió lanzarse al escaso público que se encontraba en primeras filas, un valiente.
Uno de los nombres a destacar de la jornada, Lucinda Williams, ofreció un concierto diferente con sabor a country americano purista aderezado con guitarras eléctricas intermitentes. La voz de la cantante sobresalía por encima del resto de los instrumentos que sonaron, por momentos, muy metálicos. Incluso hubo tiempo para homenajear a Neil Young haciendo una cover de ‘People Rocking In a Free World’.
La propuesta de Blackberry Smoke es muy azkenera. Se nota que la banda bebe de bandas sureñas y de The Black Crowes. Aunque sus temas no son éxitos comerciales, son contundentes, no así como el sonido del escenario que, a partir de este punto, empezó a flojear considerablemente. Quizás el artista más arriesgado del cartel fue Jean Beauvoir. Ataviado con una cresta blanca, el guitarrista hizo un repaso a su repertorio glam en el que incluyó versiones de Led Zeppelin y The Ramones.
Tras estos, llegaron los sustitutos, es decir, The Hellacopters. No tuvieron el más mínimo problema de dar las gracias irónicamente a Primal Scream por estar allí. La verdad es que entre el quinteto hay complicidad pero el volumen del escenario principal no acompañó satisfactoriamente a los suecos. Tocaron lo prometido, Supershitty to the Max! pero no atronaron. Hubo gritos del público exigiendo que se subiese el volumen con caso omiso por parte de los técnicos. La despedida después del concierto vaticinó que será muy difícil ver esta reunión otra vez.
¿Qué se puede decir de Danzig? Llevan subiendo las expectativas desde que en 2011 cancelaron por razones insuficientes. El cantante, Glenn Danzig, acapara todos los focos y el sonido. Su voz, que no llega a la de su juventud, sobrepasaba ostentosamente a los instrumentos de sus poco carismáticos compañeros. Eso sí, su actitud de diez, el frontman contorsionaba su cuerpo con cada toque de bombo o riff de guitarra. Una pena que no llegase al nivel esperado, no como Luke Winslow-King que su country marchoso hizo bailar -y bien- a los asistentes.
Poner la película Gutterdämmerung como acto final fue arriesgado y lo pagaron. Después de ver a Danzig, gran parte del público decidió marchar sin siquiera dar una oportunidad a la película. Y bien que hicieron. Henry Rollins y su banda fueron incapaces de marcar un ritmo constante. Muchos cortes, cambios de escena y diálogos fueron los culpables. Especial crítica a las apariciones del polifacético artista que parecía que no se sabía siquiera sus propios diálogos. El espectáculo acabó como una verbena con versiones clásicas del rock. La próxima que avisen.