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Por Alfonso Alfaro y Helena Malvido
Tras las más de 9.000 personas que acudieron a ver a PJ Harvey, el sábado se erigió con un total 13.778 asistentes para disfrutar de una jornada más electrónica. Ya sin colas, el acceso fue mucho más paulatino y con un goteo lento pero constante de gente. Este aumento de la asistencia podía tener consecuencias negativas en cuanto a comodidad se refiere, pero no fue así y apenas hubo que esperar en los puestos y barras.
Comenzar con Kevin Garrett puede parecer pesado y un poco espeso. Solo y tras su piano, interpretó las canciones de su EP Mellow Drama. Pese a que no tenga una gran voz ni tampoco sea un virtuoso, el norteamericano conectó con el poco público del escenario Antzerkia. Tras los descafeinados Shinova -que estaban encantados de haberse conocido-, una de las sorpresas del día la protagonizó James Vincent McMorrow. El cantautor, arropado por una gran banda, hizo muestra de su capacidad multinstrumental con el piano y la guitarra. Sus profundas composiciones folk y otras más eléctricas casan perfectamente en los escuetos juegos de luces. El set de doce canciones pudo quedar escaso pero por lo bien que estaba sonando el irlandés, seguro no les hubiese importado a los asistentes algún tema más.
Pese a continuar la línea folk del concierto anterior, Carlos Sadness es un artista muy diferente. Su estilo más heavy que indie –si es que existe dicho estilo- no es acorde a sus canciones. La verdad que para bien o para mal, el catalán propuso un show divertido con cover (o destrozo) de ‘Hotline Bling’ de Drake incluida. El concierto de Moderat ya empezó a cambiar el ambiente del festival, su electrónica experimental alemana convirtió la zona central en una gran pista de baile. Los movimientos de luces siempre juegan a favor de este tipo de bandas y más con Moderat ya que mantener la oscuridad es parte de la experiencia. Mientras el trío seguía con su sesión, poder ver a The Divine Comedy en un teatro se antojaba como un lujo. Sí es cierto que su habitat natural puede ser verles tomando café en un local de Irlanda del Norte aunque también por eso actuaron en el Antzerkia. Cercanos, precisos y, sobre todo, disfrutables.
Y por fin el plato fuerte de la jornada. A diferencia del primer día, The Chemical Brothers fueron la última banda en actuar. Aquí sí se notó la mayor afluencia de gente llegando a agobiar por momento. El sonido estuvo impoluto y los audiovisuales del dúo son de sobresaliente y ayuda a meterse en la actuación. Sin embargo la gente no pareció responder a la propuesta de los hermanos químicos y solo comulgaron con el público con sus singles más conocidos. Aún así su espectáculo es digno de ver aunque a uno no le emocione la electrónica. Es más, su combinación de imágenes y música fue mucho más efectiva que la película con banda sonora en directo de Suede.
Pueden leer la crónica del día anterior aquí.