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Por Alfonso Alfaro
Un animal pierde parte de su instinto cuando no está en su hábitat natural. Deja de ser una bestia para convertirse en algo que adaptamos para nuestro propio disfrute, pierde su esencia. Por esto Belako nunca tocará en estadios, perdería su esencia. Su entorno son las salas pero las oscuras, las lúgubres con cervezas de botellín y cuya mayor genuinidad es una pintada de Sonic Trash en la puerta de los lavabos, como en la Jimmy Jazz.
La presentación del grupo ya da para hacer una crónica por sí misma por el mensaje que transmiten. Todos los miembros se disponen en línea delante del público, nadie es más adelantado que otro. De izquierda a derecha se sitúan Cris, Jose, Lore y Lander; o lo que es lo mismo, teclado, guitarra, bajo y batería. Con el telar de la portada de Hamen detrás a juego con el tatuaje de Lore en el antebrazo derecho. ¿Hielo seco? Listo. ¿Luces apagadas? Listo. Conectan los altavoces y suena ‘Guk Emanez’.
A partir de la segunda canción, Josu pierde la coleta dejando el cabello al viento y dándole bastante parecido a Kevin Parker de Tame Impala. El repertorio estuvo inteligentemente seleccionado con una inmersión total en Hamen más los hits de Eurie. Hubo momentos de disfrute más pausado sobre todo con temas de corte más electrónico como ‘Key’ o ‘Track Sei’ que sonaron compactos y sirvieron para descansar del pogo. Sí, había ganas de saltar con ‘Off Your Shoes’ o gritar ‘Vandalism’ agitando la cabeza.
Y cómo no, tocaron un bis de dos canciones con ‘Eat Me’ y ‘Crime’. Esta última fue insistentemente reclamada por las primeras filas como “la diez”, aludiendo a la posición del corte en el álbum. Un detalle por parte de la banda teniendo en cuenta que no iban a interpretarla.
La complicidad entre los miembros de la banda es casi palpable. Se lo pasan bien en el escenario y eso se transmite al público. En las cajas de la para los instrumentos y amplificadores, en vez de poner Belako, pone ‘Guk Emanez’ es decir, «dándonos», y nos dieron un gran concierto.