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Por Antonio M.
Me enfrento al papel en blanco, con un encargo. Hacía años que uno no recibía esa obligatoriedad y se basaba en la propia independencia, pero los tiempos han cambiado. Dylan dixit. Así que aquí estoy ante este El último hombre en la Tierra, de Coque Malla. Si algo he de reconocer es que nuca fui un seguidor de Los Ronaldos (creo que dejé constancia hace años) pero eso no quita para de vez en cuando reconocer que hay que quitarse el sombrero ante un artista que intenta evolucionar, modificar, cambiar, arriesgar. Eso último sí es cierto que lo tiene Coque Malla.
El disco en la primera escucha me resulta algo petulante, incluso grosero en algunos aspectos formales como en ‘Santo, Santo’, pero como siempre me dejo llevar por los surcos imaginarios. Si tengo que destacar algo, por supuesto, son los arreglos orquestales a los que se atreve Malla con un resultado más que interesante aunque algunas canciones pudieran tranquilamente prescindir de ellos. En ‘Lo hago por ti’ se pone de manifiesto algo que nunca me ha gustado: la reiteración de una frase en una canción para intentar conseguir que se te clave en el cerebro y cuando no lo consigue se traba, se oscurece y acaba uno pensando «¿qué hago escuchando esto?». Persigo el surco, se inicia la metáfora de la vida con un final de tiovivo que da vueltas, se enreda todo. ‘El último hombre en la tierra’ se cierra tras una sensación que termina en pura diversión. Interesantes arreglos de viento.
‘Escúchame’ me dice, me interpela en esta nueva canción, lo interiorizo como una imperativo. Acerco el sistema auditivo, piano intrusivo y la orquesta arropando, conjugándose para obligarme a centrar los sentidos, vuelve la odiosa repetición, me martillea hacia un imperativo que no logra obligarme. Me abandono.
Me abate la sensación de incomprensión, ya dudo de si es mi estado emocional o de que estoy ante un disco anodino. ‘Todo el mundo arde’, uy espero, me asalta la posibilidad de sorpresa, Coque Malla y el rithm & blues vuelta a los orígenes, a su sabia musical.
Termina el disco con ‘Duerme’, una cuasi nana. Me resisto a cerrar el disco y terminar así, con una triste sensación tras la tercera escucha del mismo, reinterpreto y lo escucho una vez más, me reafirmo ‘La Señal abre el espectro, te introduce pero te engaña. El resto de temas nada tienen que ver. El último hombre en la tierra se queda como un disco con unas serias intenciones de virar hacia mundos musicales paralelos pero resulta que interiormente se nos siguen quedando los momentos que hicieron que Coque Malla siga estando presente en el panorama musical. Con apuestas arriesgadas, en esta ocasión no me han seducido, pero seguro que lo volverá a intentar y siempre he valorado cuando un artista se arriesga porque sino para qué llamarse artista. Un bien intencionado intento que abre la puerta a un siguiente.