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Por Quim Coll
La reivindicación de la escena musical de Cerdanyola del Vallès empieza el año 2014 cuando l’Associació de Músics Independents de Cerdanyola (AMIC AMIANT) decide dar voz a la música local y crear ese panorama musical de bandas emergentes que tanta falta le hacía a la ciudad. Montando un concierto mensual a la Sala Circus de Cerdanyola, con nombres grandes en los escenarios de la provincia como The Zephyr Bones, Cala Vento o los Power Burkas, AMIC AMIANT empezó a asentar las bases para esa escena emergente cerdanyolenca. Básicamente, lo que nos querían decir es que no solo de Barcelona sale la buena música.
Uno de los objetivos de esta asociación formada entre bandas y particulares era montar un festival en la ciudad, con música local y buen ambiente, y este domingo 1 de mayo se hizo realidad. Nació el Amiant Fest, ubicado en el Parc del Xarau i, totalmente gratuito y dentro del marco de las fiestas mayores de la ciudad. Los encargados de poner la música a la velada fueron grupos de Cerdanyola y alrededores: The Stagpies, Rombo, The Saurs, Las Ruinas y Opatov. Sol, cerveza, amigos, buena música, ¿qué más se puede pedir? La verdad es que no mucho.
Además de los grupos mencionados, The Zephyr Bones se encargaron de abrir el festival el día anterior a las 2 de la madrugada con su pop psicodélico/beach-wave, sus buenas vibraciones y su inconmensurable calidad. Así, con la mejor bienvenida posible, arrancaba la primera edición (y esperemos que haya muchas más) del Amiant Fest. The Stagpies, originarios del lugar, dieron el pistoletazo de salida al domingo con su post-rock alternativo que, creedme, tendríais que vigilar muy de cerca. Luego le tocó el turno a las barcelonesas Rombo, que con su pop-folk cálido y dulce dieron la despedida al sol y dejaron al público preparado para los conciertos más «tralleros» del festival.
The Saurs, dos tercios Cerdanyola, otro de L’Hospitalet de Llobregat, subieron al escenario del Amiant Fest dispuestos a demostrar el porqué de su éxito. A golpe de guitarrazo limpio animaron al personal hasta que todo el mundo en el festival estaba bailando al ritmo de los temas de su reciente disco, Magic Shape. Con el escenario ya calentito fue el momento de Las Ruinas, grupo barcelonés de heavy-pop que tomó el relevó de los Saurs sin bajar el listón con canciones como ‘Ramon y Cajal’, ‘Cerveza Beer’ o ‘Cubata de Fairy’ que a estas alturas ya deberían ser himno nacional. Cerraron el festival los magníficos Opatov, el orgullo de Cerdanyola, que con su rock psicodélico hicieron las delicias del respetable hasta el punto de verse obligados a tocar un bis, y aún así nos quedamos con ganas de más.
Con el festival cerrado, mientras se recogía el escenario y las últimas barracas, pensé en la importancia que tenía todo lo ocurrido para Cerdanyola y para la música en general. Lo que el público presenció fue una celebración de la muy necesaria música local. En una época en la que las grandes multinacionales controlan el mundo de la música, en una época en la que los precios desorbitados de los conciertos por culpa de las subidas constantes del IVA impiden a los aficionados celebrar la música en directo, y sobre todo, en una época en la que una reivindicación de la música y las bandas locales es tan necesaria, festivales como el Amiant Fest, que ofrecen gratuitamente contenido local de calidad y oportunidades a bandas emergentes como The Stagpies o las Rombo, deberían celebrarse no sólo literalmente, asistiendo y disfrutando de los conciertos, sino como un bien preciado al que defender y al que imitar.
AMIC AMIANT, las discográficas nacionales que defienden y avalan los grupos emergentes, dichos grupos y la gente que día tras día asiste a conciertos, charlas, presentaciones de discos y festivales son lo que conocemos popularmente como «héroes anónimos». Gracias a esa gente la música local sigue viva, y cada vez más personas se animan a coger una guitarra, a tocar el bajo, a desempolvar los viejos sintetizadores que tenían por casa y a formar un grupo. Gracias a esa gente la música sigue siendo relevante, y no ha pasado a ser una parte secundaria de nuestras vidas. Gracias a esa gente la música sigue siendo un nexo de unión entre grupos, una entidad superior bajo la que todo el mundo se siente feliz, libre y puede ser él/ella mismo/a. Gracias, de corazón, a toda esa gente. Sin vosotros la música no tendría sentido. Que siga sonando muchos años más.