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Catfish and the Bottlemen se muerden la cola

Por Judith Vives
Ilustración por Blanca Garaluce

Muchas veces no es fácil ponerse el sombrero del pensamiento lógico-racional cuando nos toca hablar de un grupo que entra en nuestros favoritos, pero creo que es de suma importancia saber separarse de la situación e intentar aunque sea acercarse a la objetividad.

Me gustan mucho Catfish and the Bottlemen. Empecemos por ahí. Su primer disco The Balcony me conquistó (como a muchos). Su estilo era tan simple pero a la vez tan efectivo, y noté que era exactamente lo que le faltaba a la escena musical. De lo sencillo y efectivo que es este formato habló hace poco The Telegraph, en un artículo que asegura que Catfish han devuelto a muchos el amor por las guitarras como plato fuerte de un trabajo musical.

Como muchos, esperé ansiosa a que llegase mayo de 2016 y así el lanzamiento de su nuevo álbum de estudio: The Ride. Desde 2014 (cuando salió The Balcony) los ingleses habían tenido casi dos años para ganar experiencia, vivir la vida de rockstar sin parar en casa y condensar sus vivencias en un trabajo que denotase madurez, ¿verdad?. Pues no os vayáis a creer. Si alguien es capaz de señalarme un cambio notorio entre ambos discos, invito yo a la primera ronda. Muchas canciones de The Ride parecen casi-copias hechas específicamente de canciones que ya tuvieron gran éxito en The Balcony y están incluso situadas en las mismas posiciones del trabajo.

‘7’ es la canción que da el pistoletazo de salida al álbum y es también mi favorita. ‘Twice’ y ‘Postpone’ son también propuestas fuertes, y ‘Glasgow’, una de las favoritas de los fans, nos enseña una vez más la faceta acústica de Catfish. Es curioso que recuerde tanto a ‘Hourglass’ de su primer trabajo. Para más inri, están las dos situadas en la misma posición: la pista 6. ‘Oxygen’ está recibiendo atención mediática por su clara influencia de Oasis, pero sin embargo a mí se me queda algo corta. ‘Emily’ y ‘Outside’ me parecen también las canciones menos memorables del álbum. Es su conjunto es muy catfish, y eso es lo único que conocemos de ellos ya que todavía no nos han enseñado otra faceta.

Es esa similitud con The Balcony la que hace que su estilo siga funcionando. Sigue siendo simple, con unas letras que no se plantean el origen de la humanidad ni tienen pizca de existencialismo. Y me sigue gustando. Pero a la vez me cabreo como puedes cabrearte con un amigo cuando sabe que está dando el 50% en algo cuando es perfectamente capaz de dar el 100%. Algo curioso y que ha acabado siendo una perfecta representación de las intenciones de la banda es la portada de The Ride, la cual simboliza un cocodrilo mordiéndose la cola. Es lo que están haciendo Catfish, y no creo que les vaya a funcionar para un tercer trabajo. No es que no sepan salir de su zona de confort, es que simple y llanamente… no les da la gana. Pero la cosa es, que lo que hacen funciona. Hace poco llenaron el Wembley Arena de Londres, y tienen la garantía de levantar pasiones en todos los festivales en los que participen.

Los medios están en un estado de perpetua indignación. Parece que no se explican cómo puede funcionar un formato tan simple como el que presentan Catfish. Sin embargo, a mí parecer están intentando luchar contra algo que claramente está funcionando, y en vez de criticar lo que falta, quizás muchos medios deberían empezar a plantearse por qué la banda inglesa está teniendo este éxito. Quizás la gente a veces quiere algo simple. Quizás en la época en la que muchas bandas de indie-rock están apoyándose cada vez más en adornos electrónicos, un grupo que se dedica a hacer lo que se le da bien (canciones que no cuentan con una gran complejidad melódica pero sí un gran protagonismo para las guitarras) es recibido con los brazos abiertos. Si no puedes vencerles, únete a ellos.

Es innegable que Catfish and the Bottlemen han encontrado una fórmula que funciona, un stadium-rock que no se esconde y no intenta venderse en ningún momento como algo que no es.  Y es algo que admiro y me cabrea a la vez.

Una de las críticas que recibe Catfish es que todavía no han encontrado su ‘Wonderwall’, es decir, un éxito que cambie todo para ellos y que les convierta en icónicos. No creo que todos los grupos necesiten eso, y personalmente valoro más un trabajo constante que un one-hit wonder. Con lograr un éxito sin precedentes con una canción también se entra en el riesgo de llegar al peak muy pronto y no poder levantar cabeza ni superar ese éxito (os estoy mirando a vosotros, Two Door Cinema Club).

Lo que sí creo es que se están conformando con ser buenos, cuando podrían ser geniales, pero a la vez tienen grandes ambiciones de pasar a la historia como uno de los mejores grupos de indie-rock. Y, sinceramente, así no van por muy buen camino. Les falta ese elemento de epicidad que necesitan encontrar ahora si quieren sacar un tercer y un cuarto trabajo que sean convincentes. Les falta establecerse y entender que si bien no tienen que perder su esencia, necesitan arriesgarse más, tanto a nivel musical como con sus letras, ya que mantenerse en la superficie y no atreverse a meter la cabeza les va a acabar pasando factura. Casi todo el mundo tiene un límite de canciones sobre emborracharse y echar de menos a un ex que puede escuchar en un día.


judith: