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Por Alfonso Alfaro y Tatiana Moro
Tras una jornada inaugural gratuita con Local Natives y Saint Etienne, el Primavera Sound más improvisado de todos comenzó con una jornada cargada de grandes nombres y otros más modestos pero de igual reclamo. Eso sí, todo sigue igual que el año pasado salvo que en la entrada hay una babosa de colorines en vez de una cohete. Esto es el Primavera Sound y hay que estar dispuesto a dos cosas: a caminar kilómetros y a sufrir los solapes.
La organización del festival puso la expectación por la nubes con su Unexpected Primavera, sin embargo las primeras sorpresas llegaron en la entrada al recinto. Hubo colas de más de 40 minutos de espera para recoger la pulsera y una planificación que no parecía de un festival con 17 ediciones a la espalda. Así que sí, sin hacer spoilers, fue Unexpected Primavera para los bueno y para lo malo.
Sin embargo la primera cita del día no tuvo lugar en el Párc del Forum, sino en el Auditori Rockdelux con Nikki Lane. La de Nashville salió a escena capitaneando a sus tres músicos, todos ataviados con un estilo cowboy -sombrero incluido-. La cantautora, relajada y por momentos haciendo bromas su pasado, interpretó los mejores temas de su último disco y clásicos de los anteriores. Quizás un auditorio no sea el hábitat natural de Nikki Lane pero se adapta a todo con éxito.
Los pamplonicas Kokoshca abrieron el escenario más pequeño del festival. El adidas Original se llenó de público nacional además de algún extranjero despistado que, seguramente, se iría más que complacido con su actuación. La actitud de estos haciendo alusión al alto precio de la cerveza y proclamando un pseudo comunismo musical consiguió encender a los asistentes.
Cymbals Eat Guitars no es una banda que suela saltar el charco muy a menudo, así que se agradece que el Primavera Sound los programen. Eso sí, ¿son de la línea del festival? Posiblemente estén en la frontera. Su mezcla de emo e indie no es digerible para todos aunque eso quita que la banda sude cada nota. En la otra punta del festival un Kevin Morby desmejorado físicamente hizo acto de presencia con un traje blanco. El norteamericano no lo hace mal, es más, sus temas suenan bien pero le falta recorrido para llegar a la excelencia. No todo es tener una voz de la escuela de Bob Dylan. Tras finalizar este empezó Triángulo de Amor Bizarro en el escenario Mango repasando sus mejores temas del último álbum además de alguna composición clásica. Apenas son cuatro sobre el escenario pero los gallegos se defienden como si fuesen un cabeza de cartel.
Uno de los puntos calientes de la jornada -pese a no estar en un escenario principal- residía en la actuación de Alexandra Savior. La jovencísima autora de Belladonna of Sadness tenía sobre sus hombros el peso de la primera impresión con un álbum que aúne un regusto de épocas pasadas y una seducción inocente. La mano de Alex Turner sobrevuela el trabajo discográfico pero se desvanece en un directo flojo que dirigió la responsabilidad a una cantante víctima de la expectación. Con el rellano del escenario Pitchfork repleto de ojos esperando una defensa a la altura, Savior no dio en el clavo con la intensidad de su voz, tampoco la conexión fluía entre los integrantes de la banda ni éstos con el público. Los temas se sucedían sin altibajos sustanciales y unas tímidas palabras de agradecimiento en español al acabar sin mayor interacción. Savior firmó la actuación más decepcionante del día.
Minutos antes de que terminase la de Oregón, la información de que se avecinaba un concierto sorpresa no dejó dudas de quién se trataba. El recinto, casi frente al escenario Primavera, albergaba un escenario cuadrado con los instrumentos predispuestos en 360º y un cartel con el lema ‘Everything Now’. El de ayer fue un concierto de calentamiento para Arcade Fire y, en parte, para que el público se hiciese a la idea de lo que espera el sábado. Comenzaron con la bailable ‘Everything Now’ y el reducido número de personas cazaron al instante los primeros acordes porque recordemos que el día anterior los canadienses habían colocado un 12” en la tienda de merchandising donde aparecía el single y éste había sido subido a la red. Con un manejo del tiempo -un atardecer naranja iluminaba a los miembros del grupo-, del espacio -en cada canción Win Butler y Régine Chassagne cambiaban de lateral del escenario-, y de su repertorio -incluyendo canciones de Reflektor y The Suburbs– además de una segunda canción desconocida, ‘Creature Comfort’. Nada más que un abrir de boca para lo que llegará el sábado.
Mientras el grueso del público desconocía la existencia del concierto de Arcade Fire y se preparaban cogiendo sitio para Solange, la multitudinaria banda Broken Social Scene salía a escena a sabiendas de que no eran la noticia del momento. Los canadienses no tocan en España desde 2010 y eso les convierte automáticamente en imprescindibles. Pese a ser más eléctricos que Win Butler y los suyos, sus temas no se quedan atrás. El punto álgido del concierto fue la interpretación de ‘Anthems for a Seventeen Year Old Girl’.
Una enorme esfera y un tinte rojizo se apoderaron del escenario Mango cuando Solange presentó el maravilloso A Seat at the Table. La minimalista puesta en escena a cargo de su directora de arte, la barcelonesa Carlota Guerrero, coexistía con la cuidada coreografía en la que participaba no sólo Solange, también sus dos coristas y vientos. A destacar cuando la estadounidense interpretó ‘For us by us’, canción en la que bajó y bailó con el público. La hermana de Beyoncé supo transformar con una capacidad inaudita canciones de sus anteriores trabajos en el neosoul del que es abanderada.
La hora y media que Bon Iver se apoderaron del Primavera Sound fue la más catártica, intensa y profunda experimentada hasta la fecha. Si 22, A Million es de por sí un álbum complejo, experimental e íntimo, el traslado al directo de esta atmósfera elevaba a la décima potencia su interpretación. La intuición y horas visionando conciertos de esta nueva etapa artística de Justin Vernon auguraban un concierto rotundo. Y así fue. No dejó tiempo a preguntas. Acompañado por cuatro vientos, dos baterías y dos flancos a los teclados, Justin Vernon se irguió como el director de una orquesta electrónica que a través de samples, autotunes, falsetes y gritos simbolizaba la angustia existencial, la insignificancia humana y la depresión que ha sufrido. ‘22 (OVER S∞∞N)’ marcó el inicio de un río de emociones que arrastraba sin dejar espacio para el descanso. La ejecución resultó impecable, ayudó la escenografía con especial atención en los juegos de luces, esa misma luz que le iluminó al terminar con ‘Skinny Love’ a capella. O quizás no fue iluminación, fue que Bon Iver deslumbraron en el Primavera Sound.
Tras sufrir el directo de esos tipos duros llamados Slayer, el doble combo de psicodelia protagonizado por The Black Angels y King Gizzard & the Lizard Wizard solo fue apto para los que aún estaban con fuerzas. Los primeros, apoyados en visuales con proyecciones analógicas empezaron su show a un ritmo muy alto. Durante el la parte final de la actuación se les hizo difícil mantener la velocidad y la concentración de los asistentes. A los australianos el propio concierto de The Black Angels les supuso un lastre. Aunque sus conciertos son muy diferentes, su estilo es similar. King Gizzard & the Lizard Wizard son más guitarreros y coquetean más con el hard rock y eso puede ver reflejado en la cantidad de pogos y gente haciendo crowdsurfing.
El último tramo de la jornada estuvo protagonizado por dos propuestas radicalmente diferentes. Tycho y su estilo ambient consiguieron que su público entrase en trance. También ayudaron unos espectaculares efectos visuales. Para cerrar el día y en un horario que nos les hacía ningún bien, Pinegrove saltaron a escena. Los de Nueva Jersey son mejores en directo pero dejan en entredicho la sobreproducción de su notable álbum. Pese a que la voz no se escuchaba de forma óptima, su actuación no estuvo falto de frescura y garra.