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Por Tatiana Moro
En todo asistente del Azkena Rock Festival hay un pequeño promotor. Al igual que ocurre con el fútbol, todo el mundo opina con su parte de razón y argumentación, «yo pondría a este grupo a esta hora», «el sonido ha estado bien pero los bajos no se escuchan», «Fogerty bien pero yo soy de Isaak». Un sinfín de frases que demuestran que el evento es un espacio para los más puristas. Según la organización fueron 35.000 fieles los que se acercaron al Azkena Rock Festival, confirmando su segunda juventud.
En esta jornada, el gentío se lo tomó con más calma y se fueron acercando a lo largo de la tarde. La propuesta rockabilly de Pat Capocci se convirtió en la primera elección de la mayoría de los madrugadores. Temas como ‘Slave for the Beat’ invitaron a algunas parejas a bailar. Nada más terminar en el escenario Respect, Bloodlights salió a escena. Los noruegos son el ABC del hard rock con todos sus clichés. Ejecutan sus canciones al milímetro pero no quedarán grabados en la memoria. Disfrutables pero demasiado estándar.
Si alguien quiso una propuesta clásica pero contemporánea, su concierto era sin duda alguna el de Inglorious. Se puede resumir en dos elementos: melenas rubias al viento y cuernos al aire. Loquillo, el rockero nacional más famoso de todos los tiempos hizo su debut en el festival cargado de energía. Hasta los que no son seguidores del catalán cantaron sus temas más conocidos. Un acierto por parte del evento la hora y la programación de Loquillo.
También fue un total acierto la inclusión en el cartel de Michael Kiwanuka. El Azkena Rock Festival pide a gritos jóvenes talentos musicales que casen con la filosofía y línea musical. Un primer paso para esto puede ser la actuación del inglés. Su psicodelia, soul y funk unidos junto al silencio sepulcral de la gente creó una atmósfera íntima y difícilmente repetible. No dejó ninguna duda de que es un gran guitarrista y un portento musical. Después de Kiwanuka, actuaron Union Carbide Productions. Lo de los suecos fue un auténtico regalo, su separación se produjo en 1993 y han vuelto para el Azkena Rock Festival. Sufrieron unos problemas de sonido parecidos a los de The Hellacopters el año pasado, sonido bajo tanto de instrumento como la voz. Aparte de esto, su actitud fue descomunal y se sintieron como en casa.
Quizás fuese la hora o quizás fuese el set, pero Chris Isaak dividió a los asistentes entre los que les aburrió y los que les pareció bolo histórico. El de California salió ataviado con el mismo traje azul de su actuación de 2010. El que fuese buscando una repetición de aquel concierto probablemente volvería chafado a casa. El repertorio fue una mezcla de temas propios como ‘Wicked Game’ o ‘Baby Did a Bad, Bad Thing’ y covers como ‘Pretty Woman’. También alguna ranchera con un castellano casi perfecto. No faltó a su cita con el foso donde se acercó al público. Chris es mucho Chris sea la hora que sea.
Sin embargo la memoria jugaría en contra de muchos con el inminente concierto de The Cult. Tras el esperpento que ofrecieron en 2011, todos se temieron lo peor. Pero ahí salió Ian Astbury para demostrar que aquello solo fue un bache. Los ingleses están mejor que nunca y su líder con una voz que recuerda a sus tiempos mozos. Su batería constante de hits como ‘Wild Flower’ o ‘Love Rememoral Machine’ sonaron atronadores. No se recuerda un cierre mejor en 16 años de festival. Posiblemente para muchos fueron la gran sorpresa y el mejor concierto del día.
Pueden leer la crónica del día anterior aquí.