Para qué negarlo, todos hemos reprochado alguna vez la actuación del discjockey en una fiesta. A veces por simple haterismo, otras porque acudimos a un evento de electrónica esperando oír el ‘suave suavesito’ o esa otra canción que no para de cantar mi monitora de pilates. La realidad es que somos un país de inconformistas, pícaros y, por qué no decirlo, caraduras; y ello se ve cada noche en todas las discotecas, lugares en los que una persona apodada DJ se ve increpada numerosas veces con peticiones de lo más surrealistas. Ya empieza a sonarnos el asunto, ¿verdad?
Desde mi perspectiva, y en estos casi cinco años como pinchadiscos itinerante por todo el territorio español, me han pedido cosas tremendamente bizarras. Unas muchas inofensivas e incluso graciosas -aunque cansinas a la larga-, otras tantas de lo más extrañas e inexplicables.
Abordemos pues -con un toque irónico que, espero, no camufle la seriedad del asunto- unas cuantas situaciones que bien seguro tendréis por familiares; a ver si nos sacamos los colores entre todos.
- La del cumpleaños. La primera en la cara, venga. ¿Cuántos cumpleaños has tenido éste último año? Porque, si fuera por algunos, uno cada fin de semana. De verdad, este recurso es tremendamente pobre y no recomendable, nos lo conocemos -de sobra-. Si fuera tu cumpleaños pues qué menos que felicitarte y desearte lo mejor, pero no por ello ceder a ponerte un tema de trap en una sesión de indie, por ejemplo. La cordialidad no se intrusa en la profesionalidad.
(Y no jolín, tampoco ceder a ponerte el ‘Cumpleaños Feliz’ de Parchís). - «Pon algo más bailable, nadie está bailando». Si me tienes algún tipo de cariño, de estima, de apego; por favor, NUNCA recurras a estas palabras. Pocas frases resultan más molestas para un pinchadiscos en plena sesión que venga un listo -o no tan listo- de turno a decirte que no hay nadie bailando en la pista (cuándo ni se ha dignado a girarse y ver a la gente cómo mueve el cucú). Además, si por algo nos pica especialmente este ataque es por el simple hecho de que en nuestra sesión, que llevamos realizando durante horas, esa persona que tampoco es nadie para decirnos qué suena bailable y qué no, ni se ha dignado a acercarse a la cabina a comentarnos nada -o a mover la cabeza al son del beat cual paloma-. Sí, siempre he pensado que la paloma es el animal del techno amigos, simplemente fijaos en el mover de su cabeza y luego ved este vídeo tan encantador.
- «Ponme algo de reggaeton» (sonando una sesión de electrónica). Por suerte esta es una petición venida a menos con los últimos años pero, aaay amigo, amiga; this is Spain, la cabra tira al monte y el reaggetón al salseo facilón. Sé fuerte y no vayas a lo fácil, hay mucho que descubrir y el reaggetón, para qué negarlo, no parece ofrecer absolutamente nada nuevo.
- «¿Puedes poner otra de Love of Lesbian / Izal / Lori Meyers / Supersubmarina / cualquiergrupoindieespañol?» Aquí voy a hacer un pequeño inciso amigable. Hemos tenido la tremenda suerte de contar en la última década con una explosión de artistas españoles que han revolucionado la escena indie nacional -hasta el punto de acabar sonando muchos de ellos en espacios de radiofórmula y comercialeo, a lo cual oye, chapeau-, de eso no cabe duda. Pero, ¿de verdad no os cansáis? No sé, a mí no me disgusta alguno de estos grupos, pero que cada noche os pongan las mismas 8 canciones…pues igual va siendo hora ya no de pedir géneros diferentes, sino de investigar un poco más en la escena y descubrir nuevas perlitas con las que apuntillar al DJ de turno. Creo yo, vamos.
- «¿Me dejas ver tu música para que pongas una canción?» Esta me ha inquietado siempre. ¿De verdad hay gente se interesa tanto por la música que tenemos que prefiere ponerse a leer notitas escritas a Arial 4 en la penumbra que estar bailando con sus amigos? A mí me parece fantástico vaya, siempre lo he pensado. Pero lamentablemente no, no creo poder dejarte mi maleta cuando la canción que está sonando corre a 140 bpm y le queda apenas minuto y medio para terminarse.
- «¿Me dejas toquetear?» O lo que viene a ser lo mismo: ¿puedo tocar el efecto ese que hace a la canción más grave o aguda -el filter, sí- a lo Tomorrowland?. Pues lógicamente, y por mi integridad laboral, pasional y económica; no voy a poder, por mucho muchísimo que me duela, dejarte subir a tocar botones y que me dejes a la pista en silencio por haberle dado -sin querer, siempre sin querer- a un botoncito muy atractivo llamado CUE.
- «Hey tío, llevo pinchando cinco años en Berlín, tres en Chicago y un par y medio en Goa, deberías poner x tema». Aparte de agradecerte tu interés y aplaudir tu bravo discurso, lamentablemente te diría muy seguramente algo, con toda educación: no son las formas -al menos en mi manera de actuar-. Valgan la pena los consejos y sugerencias, siempre; pero a la hora de criticar -o simplemente opinar- acerca del trabajo de un ‘colega’ de profesión siempre va delante la humildad y modestia. Y es que, si no nos apoyamos entre nosotros, ¿quién va a hacerlo?
- -Y cuando, al fin, aceptas alguna petición. «Vas a ponerla después de está, ¿no?» Nótese fuerte el aire de impaciencia amenazante en el tono. Pero vamos a ver, ¿es que te piensas que tengo la canción a mano entre las cerca de 3000 que almaceno entre USBs y CDs? ¿O que poniéndola la siguiente no fastidiaría la mezcla que estoy preparando? Ay ay ay, paciencia honey, la madre de la ciencia.
- «Ponme la de ‘tarataratara pumchimpumchim’» (tarareando) Mira majo, olvídate de que te de alguna respuesta coherente, en todo caso avisaré al de la barra para decirle que no te sirva más gintonics.
- «¿TIENES MICRÓFONO?» Por suerte, los clubes -o la mayoría- han aprendido que esto es un verdadero PELIGRO para el transcurrir de la sesión, el tener micrófonos en cabina, y por ello rara vez encuentro alguno por los aparatejos. Por el bien de mi sesión, no, no podemos dedicar la canción a tu amiga Carla ni a tu primo Matías.
- «¿Tienes copas?» «¿Me pasas gratis en el club?» Esto es CRUEL. De verdad. Además, duele que quienes te lo suelen pedir son tus más allegados, tus seres más queridos y con los que tienes más confianza. No sabéis lo que fastidia no ser el gerente de la sala para regalaros todas las copas posibles y palmar pasta por un tubo. No, en serio que cuando se puede se ayuda, pero no nos hagáis sentir mal y disimulad un poquito con lo de las copichuelas (que parezca que venís por nuestra oferta musical, porfa).
- «Pon esta, es que me voy». ¿Y si me lo dijeran todos qué? Y va a sonar muy muy borde, pero si te vas ya mismo significa que no vas a consumir más en barra, ni a bailar en la pista, y ello conlleva que yo trabajaré -y cobraré- menos por mi trabajo. Y yo te digo, quédate, quédate y veremos qué podemos hacer con tu petición.
Inocente yo, que al final -casi- siempre acabo sucumbiendo a la genialidad española con dos cubatas de más y una pizca de truhanería. Pero bueno, peor sería poner una lista de precios a las peticiones, ¿no?. Anda no, espera, si existen y todo.
Y tú, ¿te identificas con alguna de estos frecuentes episodios?